Importante columna política publicada en el sitio web de Sebastian Dumont (www.elembudo.tv) realizada por el compañero Jorge Garrido
En la Argentina de hoy, asistimos a una discusión crucial, en la que se dirime el futuro de nuestra patria. El núcleo de la problemática que pretendemos instalar en el debate actual se inscribe principalmente en la divergencia de posiciones existentes en la concepción de la política misma y de las acciones enlazadas a ella. Por un lado, encontramos la visión de los cuadros políticos que definen al Estado como la mera gestión y administración lógica de los recursos. Este principio empresarial extrapolado al abordaje de la conducción estatal tiene al marketing como principal bastión de comunicación y legitimación de las acciones y decisiones políticas. Su principal interés es la cooptación de nuevos “clientes”, es decir, está sujeto al cortoplacismo de la persuasión para la compra de un producto, en este caso, para la elección de un candidato en lo que creen que es el mercado electoral. El marketing al ser un mero instrumento aplicable a distintos campos, nunca debe intentar conducir a la política pública, sino subordinarse a ella, salvo que se busque un simulacro del poder y no la construcción verdadera del mismo.
En las antípodas de tal visión, sostenemos una mirada del Estado entendido como gobierno de la comunidad, que acumula poder interno prestando especial atención a la planificación y diseño de las políticas públicas. Esta perspectiva ofrece la idea de un proyecto a largo plazo, que trasciende los objetivos de la campaña electoral y el mensaje simplificado y esquemático que transmite la mera imagen publicitaria que no tiene un soporte doctrinario y programático subyacente.
Lo que está en juego en esta confrontación de posturas es la tensión entre la lógica de la eficiencia mercantilista bajo el ropaje de la autoproclamada apoliticidad y la elección a partir de cierta concepción de la cosa pública, que sustenta una doctrina informante de la acción.
La doctrina es la cosmovisión del gobierno o de la fuerza política que se propone llegar al gobierno del Estado, no sólo a su gestión, sino a su gobierno y conducción efectiva, y esto determina las características ontológicas del gobierno. Por falta de estos elementos, los partidos políticos, el Estado, y el sistema en general, entraron en crisis.
Asimismo, la doctrina interna rige las preocupaciones ético- normativas del gobierno, conduce la toma de decisión, así como la fijación de las prioridades y los recursos adjudicados, teniendo en cuenta que las necesidades son limitadas y constantes, y los recursos, escasos y de uso alternativo. Cuando alguien decide actuar en el marco de las políticas públicas dentro de un sistema estatal orgánico está obligado a abarcar toda la disciplina y no le es posible compartimentarla, fragmentarla discrecionalmente, conforme a sus deseos, comodidades o simples especulaciones, ya que la política como actividad, y lo político como fenómeno, en definitiva, la política pública, es un quehacer integral. Esto es lo que determina en sus distintos niveles de análisis la pertinencia o la no pertinencia de una acción.
En este sentido, el desconocimiento tanto de la legitimidad de las acciones como de su origen hace imposible comprender los objetivos estratégicos, el desarrollo táctico, y dentro de este último, los conflictos existentes, el establecimiento de alianzas, la falta de cooperación de algún sector, las razones profundas de las rupturas, o bien, la lógica del desarrollo del conflicto con sus distintas hipótesis dentro de la estructura estatal.
Debemos tener presente, entonces, que el elemento a partir del cual se despliega lo político es evidentemente la existencia de un conflicto a resolver. Aquellos que sólo administran como mero gestores, buscan sustraer el conflicto de su horizonte de acción, es decir, lo ocultan porque bajo ese esquema de pensamiento no tienen la capacidad para resolverlo. Es necesario frente a esta situación retirar el velo que los poderes indirectos, devenidos en directos, tales como las corporaciones económicas, intentan imponer para conducir los destinos de la comunidad desde un discurso de no intervención. No obstante, coexisten en nuestro sistema democrático organizaciones como estas y nuevas instituciones que nacieron al calor de la crisis del 2001 y que hoy se encuentran camino a su consolidación como potenciales apoyaturas del proceso de transfiguración del Movimiento Nacional al que estamos asistiendo.
Por todo lo anteriormente expuesto, el principal cuestionamiento de nuestro planteo está puesto en la primacía de una lógica de maximización de beneficios, propia de las grandes corporaciones económicas. El principal obstáculo de su razonamiento radica en que la búsqueda de rentabilidad como fin último resulta antitética al servicio de la política pública, es decir, a la acumulación de capacidad, influencia, y prestigio, para la soberanía del pueblo. Esta diferenciación nos permite afirmar que una estructura sin doctrina comporta un problema en sí misma y a la vez es incapaz de resolver conflictos que son doctrinarios y de carácter orgánico, y por lo tanto, insolubles en términos de meros acuerdos personales y amiguismos.
Se reabre a partir de estas dos alternativas entre gestionar y gobernar, la discusión entre liberalismo y perononismo respectivamente. Esta discusión que signa nuestro presente político a nivel nacional, provincial y distrital nos lleva a sentar las bases de la reconstrucción de vínculos más profundos que los lazos momentáneos y esporádicos de una elección, ya que el mismo General Perón, en su testamento político y última directiva, El Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, nos enseña que “en la tarea política, al más alto nivel intervienen dos instancias: la conducción política y la político administrativa. La primera atiende a la estructura del poder, y la segunda, a la administración en general, además de la administración del gobierno en particular. El principio orgánico reside en disponer: unidad de concepción, conducción centralizada, y ejecución descentralizada.
El largo plazo, requiere forzosamente la definición de las cualidades de la comunidad que se visualiza para el futuro y la identificación de estrategias para alcanzarla”.
Jorge Garrido
Diputado Nacional (MC)
Presidente del Centro de Estudios Argentina Profunda
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