¡AY PEPÍN PEPÍN!

 Desde la rígida y despiadada jungla de cemento, surge un nuevo “superhéroe” urbano. No reside en ciudad Gótica, ni llegó a Buenos Aires de un lejano planeta distante en la infinitud del maravilloso cosmos. Nuestro “prohombre” más bien circunda en Puerto Madero y el vertiginoso microcentro porteño. Cerca, muy cerca de los bancos y las casas de cambio. Es imposible asociarlo con los épicos episodios de Sierra Leona, menos aún se encuentra en línea empática con nuestro mítico 17 de octubre de 1945.  



Su nombre de guerra es PEPÍN y lucha por y para los grandes latifundistas agrarios. Para que las poderosas multinacionales no pierdan ni un centavo en favor de las masas populares sudorosas que trabajan sin poder obtener siquiera el sustento mínimo elemental… 


Claro, hablamos de Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, el diputado de Parlasur por Cambiemos y principal operador judicial de Mauricio Macri. Parece que sus incontables tropelías lo condujeron a ser indagado por la justicia Argentina. Ante esta realidad, Pepín se refugió en su Pepín-cueva del hermano país de Uruguay donde pidió insólitamente asilo político en dos oportunidades, el cual le fue oportunamente denegado. En los pasillos judiciales del país Charrúa se rumoreaba que poseía más oportunidad de poseer asilo político el Gordo Valor que el operador de Mauri, el pícaro Pepín. 


La jueza Federal, María Romilda Servini, ordenó la captura internacional de Fabián “Pepín” Rodríguez Simón. Ante esta realidad, algún simpatizante de Cambiemos murmuró (en soledad) ¡Viva Pepín, manden a los marines! Para luego perderse en el pasillo de un lujoso hotel 5 estrellas para tomar un reconfortante hidromasaje. Cosas de la lucha cultural… 


En verdad las prisiones preventivas como “arma de sometimiento” político avasallaban las libertades individuales de los ciudadanos, ejercicio autoritario constante en el gobierno de Macri. Ahora, ante una mera citación declaratoria judicial, Pepín solicita asilo político. Tal es la propia consideración de culpa que se auto condena el “juguetón Pepín”. 


Una justicia que mida a todos con la misma vara, de verdad a todos por igual, es un ideal al que jamás debemos renunciar. 


Pepín, un operador devaluado, desconcertado por una situación que le parece hostil, es como la historia nos muestra que muchas veces se cae en el oscuro pozo que se ha cavado para otros. 


La ley del Karma, es decir de causa y efecto, no descansa jamás, y por lo visto llega hasta el seno mismo de los héroes de oscuras causas. Los luchadores de expedientes espurios, los monjes negros de las sombras judiciales, los “personajes” que es mejor olvidar que recordar. A este núcleo gris de individuos sin honor ni dignidad parecería pertenecer el “gran Pepín”… Lágrimas de dólares mal habidos caen en el bursátil imperio de los sin corazón.




     Máximo Luppino


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