“EL ARREPENTIDO”

La figura legal del “arrepentido” puede ser utilizada para resolver casos difíciles de esclarecer y para establecer responsabilidades superiores a los del delincuente ya apresado. 

No obstante, posee demasiados puntos oscuros y cuestionables. Desde el principio podríamos convenir que un delincuente se acoge a esta figura jurídica para obtener una ventaja personal en su condena y/o en su condición de detención en la cárcel. Quizás se “negocie” una libertad domiciliaria o vigilada. En este contexto cualquier manifestación verbal del apresado podría ser un tanto cuestionable o sospechosa en su veracidad.
Así es que el “arrepentido” en términos legales es un gran especulador, que bien podría mentir y engañar con tal de mejorar su propio personal escenario. Nada que ver con el arrepentimiento genuino que nace de la toma de conciencia y profunda reflexión. Esto nos hace pensar qué tan incorrectamente está usado el término del en verdad delator o fabulador que ensucia a los demás para lograr “salvar” su condición de preso. 
Es más, si por un momento seriamos un tanto desconfiados podríamos imaginar que alguna información, auténtica o no, podría ser sembrada en la lujuriosa boca del “arrepentido” para orientar un caso hacia determinado punto ya prefijado ¡Pero esto sólo si seriamos desconfiados!...  
Definiríamos de la siguiente manera al “arrepentido”: Individuo delincuente de dudosa moral, que delata a demás personas para obtener determinados beneficios carcelarios y/o acortar su pena establecida por sus delitos cometidos  ¡Sería calificado como EL PEOR DE TODOS!
Comprendemos que en pragmáticos términos para la justicia podría ser ventajoso encontrarse con esta clase inferior de individuos capaces de vociferar toda suerte de afirmaciones con tal de evadir sus propias abrumadoras responsabilidades.
En filosóficos términos educativos y de formación de valores éticos el mensaje que enviamos a nuestra juventud es más que horrible. Es como enseñarles: ¡Sálvese quien pueda, pisando cadáveres de otrora colegas de ilegales correrías! Una bofetada a la recta conducta, y al cultivo de la hermandad en la acción. Arrepentirse es abrazar el BIEN COMÚN, pensar en el bienestar del prójimo y aceptar un propósito superior en la vida. Ningún punto en común con ser un miserable delator. 
Es tragicómico leer las declaraciones del célebre “arrepentido” Leonardo Fariña cuando dijo: “Se está probando todo lo que dije” manifestó esto con cierta teatral “indignación”. El problema es que dijo de TODO, en todo sentido, relatando historias según convenga a los vientos reinantes. Dijo, se desdijo, y la historia continuará al punto de ser un “nuevo héroe del relato de ficción” ¿Cómo confiar en Fariña y en los devotos del propio único bienestar?
Se nos ocurre que cuando la justicia “busca” un nuevo “arrepentido” en un detenido oficia propinando una clase de tortura psicológica que diría: “¡si hablas te salvas!” …
Acude a nuestra memoria lo escrito por el magistral Dante en su Divina Comedia cuando hace referencia al último y más bajo de los infiernos, es el que visitan los traidores sin escrúpulos.
Abogamos por los verdaderos arrepentidos, aquellos dignos seres que en verdad se elevan por sobre sus errores y pecados comenzando a transitar la recta conducta de la transparencia del pensamiento y la acción. 
La justicia debe bucear en la VERDAD, que parece estar alejada de los mercenarios “arrepentidos” de frágil celuloide teatral.  

                      Máximo Luppino

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